lunes, 14 de abril de 2014

La revolución de la culpa

Lo juro, no exagero, estoy pronto a entablar una demanda por la autoría intelectual de la expresión "la cagué". No creo que nadie la haya dicho más veces y no es que sea el campeón en eso, sino que tengo un extraño poder para reconocer que la puse, no antes, para evitarlo, sino después, a veces apenas al pasar momento, a veces a mediano plazo o largo plazo, pero de que lo veo, lo veo Y LO ADMITO.

En 1992, corriendo el 4 de febrero, un soldado, vestido de verde y con boina roja, se paró frente a las cámaras y dijo, en otras palabras, el la cagué más famoso y caro en la historia de Venezuela. El tipo se paró y aunque su palabras fueron otras, el metamensaje fue: "amigos de armas, ustedes por allá hicieron lo suyo, acá, yo la cagué"

Inmediatamente vino el por ahora y la admiración por un hombre que hizo algo impensable, sobre todo en un país donde a un presidente lo había engañado la banca, donde solo un chinito había sido responsable por la corrupción, donde el que no robaba era porque no quería. Ante el asombro de todos, ahí estaba un hombre tomando para sí la responsabilidad por un fracaso.

Sobre esa ola y con un alto nivel de populismo, ese militar se ganó la intención de voto de millones de venezolanos, que lo elegimos presidente.

Pues resulta que nunca más volvería a admitir un error, nunca más volvería, tan siquiera, a admitir que pudo equivocarse.

La revolución bolivariana devino en la revolución de las excusas. La culpa se convirtió en un objeto de terceros, en algo que se ve a lo lejos.

Crisis económica, el paro. Crisis política, en imperio. Escasez, la guerra económica o el acaparamiento o el acaparamiento doméstico. Inseguridad, los medios o los paramilitares en los barrios. La crisis de salud, el capitalismo y así por el tema que quiera. Para todo tienen un culpable.

Chávez primero, y por lógica, sus herederos, sacaron de su cartuchera revolucionaria la responsabilidad de sus acciones, en especial las negativas, son como los evangélicos, cuando eran borrachos, mujeriegos, jugadores o lo que fuera, la culpa era de un demonio, no de ellos.

Pero toda esa política de negación de la culpa le  impide al gobierno de Maduro hacer algo que sí es realmente de la Cuarta: echarle la culpa al gobierno anterior, que de verdad, la puso en grande.

Para ellos esa es su gran cagada.




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